VERDADES Y CARETAS EN EL JCP
- Elegefe
- 17 ago 2017
- 6 Min. de lectura
Es de conocimiento público que el Jockey Club del Perú (JCP) y la Municipalidad Metropolitana del Lima (MML) se encuentran trabados en un problema originado por una franja de terreno en forma de “L” -de acceso al Hipódromo de Monterrico- que le será expropiada a la asociación no obstante que su tasación correspondiente haya sido rechazada por considerársela arbitraria y diminuta.
Reiterando que el sentido de mis críticas repulsa cualquier decisión, opinión o comentario que encubra o desee ocultar la verdad, y apreciando como muy lógica dicha postura en esa reclamación (presumiblemente enmarcada en la Ley de Fundación de esa institución), es necesario subrayar que, por otro lado, de ningún modo debería ser utilizada como un pretexto -pues “la harina corresponde a otro costal”- para tratar de achicar o soslayar las demostraciones de ineficiencia (agravadas con disposiciones subrepticias) que continúan dando los dirigentes del Club en el plano netamente hípico y, sobresalientemente, en la Administración de las Apuestas.

Antes – y por estimarlo congruente en la aludida disputa – quisiera traer a colación aquella importante transacción que el JCP hiciera hace veintidós años, en 1995, en razón prevaleciente al valor de sus terrenos.
Estando a cargo de la Gerencia íntimamente vinculada con las apuestas, tuve muy cercano conocimiento de las conversaciones adelantadas entre la dirigencia de turno -presidida por Eduardo Villarán Aizcorbe- y un grupo de empresarios chilenos interesados en la cesión de una superficie del Hipódromo con derecho a uso durante cuarenta (40) años, sobre la que construirían un gran Centro Comercial que, vencido dicho plazo, revertiría al JCP. Es verdad que la cesión de las doce (12) hectáreas conversadas implicaba, inevitable y lastimosamente, desprenderse de la pista de vareo o entrenamiento de los caballos, cuyo perímetro era más o menos de 1400 metros; sin embargo, y al margen de las lógicas previsiones que presumiblemente debieron tomarse por las contingencias que pudieran derivarse de esa decisión, también fue evidentemente cierto (aunque por circunstancias ulteriores, en las que prefiero no ocuparme, deviniera en un fiasco) que durante las cuatro décadas, previas a la reversión, el JCP en cifras personalmente estimadas recibiría una renta anual promedio de US$ 5 millones que, en dicho periodo, acumularían no menos de US$ 200 millones.
En monto aceptable aunque no plausible, el juego en 1995 se aproximó a los US$ 36 millones (como referencia, en el 2017 apenas rozará el 70% de esa cantidad); sin embargo, desde mi percepción, lo más relevante estribaba en que esa renta anual “traducida” en apuestas equivalía a US$ 15 millones de “mayor juego” (conociendo que el JCP detrae para sí, grosso modo, su tercera parte) y eso, durante 40 años con gestiones buenas, regulares o malas, engrosaría en forma llamativa sus ingresos. Un ejemplo de actualidad es que el decrépito monto del 2017 se habría incrementado en 60%: de S/. 83 millones a S/. 133 millones, una vez hecha la equivalencia a soles de los US$ 15 millones.
De la valorización de aquel acuerdo se me ocurre otra reflexión que, acaso, pueda servir para ponderar cuán justiciera o justificable es la valuación que la MML le ha hecho llegar al JCP. Me refiero a que si, en virtud del trato que se hiciera por entonces, las doce (12) hectáreas cedidas temporalmente significaban el reconocimiento de una anualidad de US$ 5 millones, su octava parte (1.5 Ha.) -superficie similar de inminente expropiación- redituaba US$ 625 mil cada año y, habiendo transcurrido veintidós años, el beneficio acumulado para el JCP por esta sola porción de terreno, a la fecha, habría sido US$ 13.75 millones, de sus US$ 25 millones originalmente pactados a 40 años.
No siendo yo, precisamente, un aficionado a las especulaciones estériles, los razonamientos predichos bien podrían engarzarse en las compulsaciones que debe contener este diferendo; pero, también, debieran servir para reflexionar acerca de la ostensible debilidad institucional que tiene el JCP, como consecuencia de los intereses de algunos “tirios y troyanos” de sus asociados al abordar sus interioridades.
Pasando de una ingrata situación a otra -la de las apuestas- y como cuestión previa luego de culminar el mes de julio de este año 2017, quiero reafirmar mis objeciones a la argumentación que señalara el Presidente del JCP, con la que pretendió embozar la cronicidad existente en el desplome del juego, como si se tratara de causas fortuitas, casuales o inesperadas y, como tales, también pasajeras o efímeras.
El más claro mentís no sólo está referido a que el deterioro ha aumentado (entre enero y julio se ha jugado S/. 3.65 millones menos que el mismo período el año pasado) sino también que a los apostadores “más vulnerables”, en términos adquisitivos, los de las Concesiones, les ha correspondido un incremento de S/. 0.15 millones frente a la ruidosa y corroborada disminución de los que juegan en el Hipódromo, ascendente a S/. 3.80 millones.
En medio de esa coexistencia de emociones y sentimientos opuestos que hay en el JCP, y las cada vez mayores demostraciones erráticas que dan sus dirigentes, su Presidente volvió a tener un papel protagónico al relanzar (dígase reponer o restablecer) la Quíntuple, a partir del 15 de julio, a pesar de que hacía un año, él mismo, la había eliminado atendiendo el clamoroso pedido que le hicieran los apostadores de las Concesiones, y al margen de la pésima experiencia -que yo le advirtiera mucho antes- que significaba para los intereses del JCP el haberla sustituido por la Cuádruple principal de los días sábado, incluyendo su antirreglamentario, abusivo y, actualmente, “desinflado reenganche”.
Pero la “cereza en el pastel” -en la reaparición de la Quíntuple- fue colocada por el mudadizo Gerente de Hipódromo quien, con arrogancia muy suya, garantizó un premio de 40 mil soles, “logrando” que se jugara 31 mil soles menos que el “calculado” para garantizarlo y dando lugar a que el JCP tuviera que desembolsar forzosamente S/.18,660 para cubrir el pago a un solo apostador, paradójicamente ubicado en una de las Concesiones.
Desde mi condición de viejo aficionado y apostador en las carreras de caballos y conforme ha ido transcurriendo el tiempo, mis críticas en las apuestas -y al margen de quienes con patética inopia en el conocimiento de ellas creen saber diferenciar a los críticos de los criticones- han pasado a constituirse en denuncias contra la mala fe que, sigo sosteniendo, hay en el manejo o manipulación en su administración, pues ya no es posible calificar sus fallas como si se tratara de simples omisiones o errores que, obviamente, están muy lejos del engaño y la malicia.
Por eso -y más allá de la subestimación del intelecto general, la utilización de eufemismos y frases saturadas de ambigüedad, y de las prosopopeyas que, eventualmente, se muestran en el paddock y en el palco oficial- estoy convencido de que no hay nadie en esta dirigencia del JCP incluyendo a algún factótum si lo hubiera en su interior, que sea capaz de convencer a cualquier aficionado de buena fe diciéndole que las reglas de juego, que se están dando en las apuestas, son diáfanas e igualitarias y, por tanto, que en las condiciones de su acierto no hay el menor atisbo de interpretación que dé lugar a pensar que pudieran favorecer sólo a algunos, es decir, que están propuestas sin discriminación y con absoluta equidad.
Marginando ejemplos sobre lo antedicho por considerarlos trillados, sí quiero comentar lo que proverbialmente significaría “agregarle una raya más al tigre”. Me refiero a que desde principios del mes de julio del año 2016, y luego de haberse considerado entre los Acuerdos del Consejo Directivo, refrendados y publicados, se anunció con profusión y rimbombancia a la afición hípica que las reversiones de algunas modalidades de apuestas (porcentajes de sus juegos destinados a los premios), habían aumentado significativamente en esta forma:
Ganador (de 71% a 76%)
Trifecta (de 60% a 64%)
Vale Triple (de 60% a 64%)
Sucede que desde el jueves 13 de julio reciente, un año después, sin anuncios ni publicaciones y en forma subrepticia, el JCP ha decidido en el mayor de los sigilos la disminución de las reversiones de las siguientes modalidades:
Ganador (de 76% a 75%)
Placé (de 80% a 75%)
Trifecta (de 64% a 60%)
Vale Triple (de 64% a 60%)
Podría entenderse que debido a la ineptitud de este Directorio para incrementar las apuestas se hayan visto forzados a disminuir los premios a los apostadores (desde que se mantuviera en secreto tal decisión hasta finalizar el año, significa un monto aproximado de 400 mil soles); sin embargo, lo realmente inaceptable es el poco decoro mostrado en la manera que se ha hecho pues, entre otras cosas, la descalifica para poderla condecir con el lírico postulado de respeto, transparencia y participación que enarbolaran sus Dirigentes.
Comments